Las cenas han sido culpadas de aquello que ha generado nuestra opulencia: una epidemia de sobrepeso y obesidad. ¿Por qué hemos culpado a la última comida del día de hacernos engordar? No puedo responder con seguridad, pero seguramente se deba a varias cosas:
1.- Pensamiento analítico y erróneo en fisiología: “Si comes mucho y vas a dormir, no lo quemas y se acumula como grasa”.
2.- Debido a los altos niveles de estrés laboral y trabajo diario, la cena se convierte en la gran liberadora de dopamina en nuestro cerebro. Es cuando buscamos la recompensa a un mal día, a través de una gran pizza, un poco de vino o un grandioso postre.
3.- Cenar demasiado tarde. Esto es un factor que sí puede afectar a nuestra salud o peso corporal. Hoy en día sabemos que ingerir la mayor parte de las calorías en las horas de luz y no en la noche puede tener cierto impacto en ello. Pero aún así, siempre será un factor secundario respecto a lo más importante: calorías y calidad nutricional de los alimentos.
En un estudio reciente, se dividen dos grupos que ingieren la misma cantidad de calorías y nutrientes diarios. Hacen 3 comidas (desayuno, almuerzo y cena). La única diferencia es que un grupo come más en el desayuno y otro más en la cena. Resultado: los dos grupos pierden la misma cantidad de peso.
Sin embargo, tal y como otros estudios muestran, los que metieron la mayor parte de calorías en el desayuno, tuvieron menos hambre el resto del día. Esto seguramente se deba al efecto de la proteína en el desayuno. Son muchos estudios ya los que confirman que los desayunos altos en proteína reducen el apetito durante el resto del día.
Una cosa que es cierta, es que cenar mucho puede ser indigesto y causar problemas digestivos durante la noche a algunas personas. En estos casos, mejor reducir la cantidad de comida en la noche.